Vladimir Putin: La Reencarnación de Yemelian Pugachov

Vladimir Putin: La Reencarnación de Yemelian Pugachov

Amigos:

Bastante antes que los continentales aquí en USA se rebelasen contra Carlos III y, va de suyo que, mucho más respecto de los franceses contra el absolutismo de Luis XVI, un paniaguado campesino y ex alférez de la caballería imperial, levantó en sedición a gran parte de los sucesores de los medievales siervos de la gleba en esa Madre Rusia de la prusiana y uxoricida Catalina II.

Quien, con más miedo que vergüenza, se vio en el imperativo de sobornar a algunos de los generales del Pretendiente que, luego de apresarlo, entregaron a la Zarinapor una jugosa recompensa, luego de la perdidosa Batalla de Tsaritsyn para septiembre de 1774.

A mi entender, esta figura totalmente olvidada por la Historia Universal, constituyó un hito en todos los segmentos de los acontecimientos en el porvenir de su tiempo, por cuanto su alzamiento careció en lo absoluto de influencias literarias o intelectuales de los grandes pensadores de su época.

Toda vez que, su motivación obedeció exclusivamente al diluvio de excesos cortesanos que, presenció cuando su pertenencia al ejército.

En una de las diversas traducciones de Pushkin que leí de su Novela –La Hija del Capitán-, en uno de los capítulos finales de la Obra, cuenta que antes del encuentro decisivo entre el Líder del Campesinado y su némesis, el general Von Michelsohnen, los humildes y desamparados labriegos, recibieron una arenga del autoproclamado Zar Pedro III.

Y, el novelista destaca la figurativa imagen de una Madre al comando de un carro, quien al oír la declamación de ese Libertador de sus Penurias, volteo la mirada a cuatro pequeñas y desnutridas criaturas -sus hijos-, para tomar las riendas de su carruaje, y servir de avanzada a toda esa fuerza revolucionaria.

Sin embargo, la superioridad militar oficial pudo más y, la tropas zaristas, regaron el campo con los cadáveres de veinte mil insurrectos.

Prosiguiendo la usurpadora prusiana, su incesante cadena de derroches y, avalando que sus famélicos súbditos prosiguieran en la ruina y sin ningún futuro, más que una oleada de desventuras y hambre.

Josef Papá Stalin, hizo lo que pudo para mejorar la calidad de vida de los suyos, pero la pobreza y miseria, tornaron esa meta en una deidad lejana.

Y precisamente a consecuencia de ello, para finales de los ochenta, la carrera armamentista de esa misma URSS, naufragó en el abstracto y, capituló frente a Reagan. 

Ahora, Vlad Tepes, en holgada posesión de todo lo que requiere Europa, se propone -y todo indica que nada ni nadie lo detendrá- y, admitamos que, con todo derecho, reunificar esa ex Unión Soviética que, estuvo e indisolublemente unida por casi setenta años, con un idioma, cristianismo ortodoxo y tradiciones comunes y homogéneas.

Propósito que, coloca a casi todos sus vecinos y, fundamentalmente a las naciones que hasta principios de los noventa integraban esa mega potencia en desgracia, en una situación inédita de un cerrado rechazo a retornar al seno de una suerte de nuevo y creciente imperio.

Lo cual, antes que después, sea por la presión dependiente hacia Moscú por combustibles fósiles y demás, quedarán desnudos.

En otras palabras, ese sello de goma que hoy es la NATO y que hace bastante, acredita ser todo un arcaísmo, ya se asemeja a ese organismo macrocefálico, constituido por una Unión Europea tan decadente como errática.

Apenas con divisar la monumental cantidad de yerros en una política común, prácticamente calcada de la Corte de idiotas Romanos liderados previamente a su caída, por el último de sus Césares: Rómulo Augústulo.

Pero, muy por encima que, esa Entidad se encuentra gobernada por una cohorte de eunucos, ese burdo negacionismo y serrazon a la pretensión hegemónica que, ya podemos calificar de neo soviética, se contrapone y cae de bruces.

Con apenas divisar que, el tufillo colonialista, no parece conmover a su membresía que, por descendencia inocultable y directa de esa forma bizarra pero notoriamente vigente de ser, bastantes visos de ella exhibe, a saber, España con  Ceuta y Melilla y Bélgica en particular.

Que, aún no se hincó  frente a la masacre de diez millones de congoleños, en oportunidad de la obtención, merced al esclavismo, de todo el caucho, por ese dirigismo homicida de su monarca Leopoldo II, con mayor fruición entre 1898 y 1904.

Y ampliando ese precepto en lo que los europeos representan en general, ni ponderemos la misma actitud del Reino Unido respecto de las Islas Malvinas.

Es entonces, divisando que países, tan afanados en expoliar a los más débiles, están unidos y enderezados en pugnar  por sancionar a los rusos, quienes cuentan con todo de su lado para un retorno en reunificar su frontera común. 

Que, pronto será una realidad coetánea al hundimiento de ese ex Mercado Común Europeo que, admitamos, no tiene razón de seguir existiendo.

Para los albores de ese póstumo cuarto del siglo XVIII , el Campesinado ruso era una enorme masa de ignorantes que, desconocían otra cosa que no fuese la miseria y la resignación como las excluyentes causas de la vida misma.

Pero hoy, las carencias de elementos de consumo masivo, predominantes en las vísperas de este siglo han cesado.

Y es ello cuanto me conduce a colegir que, esta vez que, la extinción de una apolillada monarquía continental en vías de extinción cuenta ya con suficiente fertilidad.

No descartando en lo absoluto que, precisamente el funeral de un sello postal que, en definitiva fue y es lo que ha implicado la existencia misma de Isabel II, constituya el Canto del Cisne de todas estos absurdos y remedos de una entelequia.

No siendo otras que, las Casas Reinantes que, en un tiempo más, solo serán un recuerdo de la más excelsa de todas las banalidades. 

Y por ello, nada me hace dudar en la emergencia y resurrección de un impensado fenómeno histórico, esto es… VLADIMIR PUTIN: LA REENCARNACIÓN DE YEMELIÁN PUGACHOV.

                Cordialmente Carlos Belgrano.

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