Humberto Caspa, Ph.D. – hcletters@yahoo.com
Después de un día de tormentas normalmente avizora la calma. En ninguna parte mundo existe un lugar en donde el clima es constante e invariable; siempre hay buenos y malos tiempos, aunque algunos lugares ofrecen mejores climas que otros.
Si pensamos en la sociedad como un todo, como el objeto que condiciona todo cuanto ocurre en nuestras vidas, entonces nos damos cuenta que también existen momentos de estabilidad y crisis (económica, política, social, etc.).
En este sentido, las crisis son necesarias –incluso bienvenidas— porque nos muestra las imperfecciones de la sociedad y la necesidad de tener momentos tumultuosos para generar cambio y crear sociedades más justas.
Las crisis pueden ser causadas por fenómenos naturales, por algún segmento de la sociedad inconforme con el estatus quo, por las élites gobernantes o por un individuo.
En el caso de nuestro, la crisis tiene varias fuentes. Antes de la llegada del Covid-19, incluyendo antes del advenimiento de Donald Trump, el país no solamente estaba divida ideológica y políticamente, sino que el arribo de un presidente afroamericano (Barack Obama) al máximo trono del Ejecutivo re-estimuló a los sectores ultraderechista a la movilización política.
Sin embargo, la llegada de Trump a la Casa Blanca, particularmente la promulgación de sus políticas ultraderechistas y sobre todo sus alianzas con los sectores más radicales de la derecha, puso en la tarima pública aquellos problemas raciales que siempre existieron en nuestra sociedad.
De no haber sido por Trump, difícilmente los moderados del país se hubieran dado cuenta de las inequidades sociales y del racismo que impera en nuestra sociedad. Fueron justamente sus políticas intolerantes las que hicieron ver con nitidez que la estructura de nuestra sociedad, incluyendo sus diversas instancias de poder institucional, funciona en beneficio de aquellos que ostentan el poder (grupos euroamericanos, principalmente hombres) y en detrimento de los grupos minoritarios.
En ese sentido, los que no tienen poder, especialmente la población afroamericana, no se contuvieron en su afán de reivindicar sus derechos civiles a través de la movilización después del “asesinato” de George Floyd. Las manifestaciones de Black Lives Matter, como también el de los grupos antiinmigrantes y el de las mujeres son producto del racismo, la xenofobia y el sexismo del trumpismo, respectivamente.
En consecuencia, la llegada de Trump fue una necesidad del sistema para que grupos sociales puedan expresar sus derechos y tratar de enmendar las inequidades del sistema político y jurídico de país.
Así, con todos los problemas sociales que nos trajo el 2020, este año también nos produjo un momento de consciencia social. Esperemos que el 2021 sea de calma, entendimiento y menos crisis.
Humberto Caspa, Ph.D. es investigador de Economics On The Move.
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