Trump está “muerto”, pero el trumpismo continua vivo

Trump está “muerto”, pero el trumpismo continua vivo

Humberto Caspa, Ph.D. – hcletters@yahoo.com

“No hay ninguna duda que el presidente Trump es moral y prácticamente responsable por provocar los eventos del día [6 de enero]”, manifestó Mitch McConnell en sus palabras de conclusión después del juicio político de Donald Trump en el Senado.

Las palabras de McConnell  fueron como una daga de acero que penetró la parte superior del cuello del “toro embestidor” (bully) de copete rojizo y mirada menospreciante.  Hoy, su cuerpo grueso y obeso languidece inerte, sin vida política, sobre uno de los sillones de su aposento en Mar-a-Lago.

No obstante, el espectro del bully –la ideología trumpista— todavía permanece con vida en pleno seno del Partido Republicano.  Allí perdurará instigando a los malos y tratando de debilitar a los supuestos buenos de su partido político.

Mientras se mantengan dentro del Partido Republicano el ingente grupo de xenófobos y racistas, como los “Proud Boys” y los “Oath Keepers”, quienes se infiltraron en sus huestes con la ayuda de Trump, los republicanos están condenados a la repetición.

Será una repetición de batallas durísimas entre trumpistas y miembros del “establishment” conservador.  Estas dos facciones ya no avizoran un objetivo común y decidieron entablar en una guerra política sin cuartel.

No hay duda, en esta contienda por el liderazgo del Partido Republicano habrá insultos groseros al por mayor, traiciones risibles y grotescas, como también embustes y mentiras en ambos bandos.

Pobres republicanos.  No tan lejos atrás, sus mismos dirigentes predijeron una condena fatal.  En plena campaña de las elecciones del 2016, Lindsey Graham, senador del Sur de Carolina, dijo que la postura de Trump en torno a la migración mexicana “va a destruir a mi partido”.  Ted Cruz, otro enemigo en 2016, manifestó que Trump era un “mentiroso patológico que no sabía diferenciar entre la verdad y la mentira”.

Durante el gobierno de Trump, los dos y otros líderes conservadores, incluyendo a Mitch McConnell, no solamente hicieron las paces con el instigador, sino se convirtieron en una humilde servidumbre por más de cuatro años.

Sin embargo, hoy McConnell decidió encabezar una envestida frontal contra el trumpismo.  Como ya no puede conseguir ningún tipo de favores desde el ejecutivo –Trump perdió las elecciones presidenciales—, ahora ve una imagen negativa que le resta poder en las elecciones intermedias que se aproxima.

No va a ser muy fácil expulsar el espectro político de Trump del centro del republicanismo.   El cuerpo inerte del ex presidente lanzará dardos políticos desde Mar-a-Lago contra el establishment; y sus seguidores no tienen otra opción que conquistar o morir al Partido Republicano.  No es una guerra fácil de predecir.  ¡Sálvese quien pueda!

Humberto Caspa, Ph.D. es investigador de Economics On The Move.

 

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