Humberto Caspa, – hcletters@yahoo.com
La identidad se ha convertido en un problema para las nuevas generaciones de estadounidenses cuyos padres y madres tienen origen en un país de América Latina.
En años pasados, el conocido concepto de “Melting Pot” (el espacio donde se fusionan las razas, nacionalidades y etnicidades) se encargaba de determinar la cultura y las costumbres norteamericanas y promovía una aparente “hermandad” entre los grupos étnico-nacionales.
En términos académicos, a este proceso de aceptación de la nacionalidad estadounidense se conoce con el nombre de “asimilación”, cuyos matices, particularmente entre la población latinoamericana, actualmente denota elementos peyorativos, como el entreguismo o el término de “vende patria”.
Cuando el “Melting Pot” era un principio popular en la sociedad, las organizaciones civiles latinoamericanas, concretamente durante la década de los 1940 y 1950, jugaron un papel significativo para la adopción de este concepto.
Por ejemplo, la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos (LULAC) y el G.I. Forum, entre otros grupos, emprendieron la tarea de crear mecanismos de asimilación para que sus miembros tengan mejores oportunidades económicas en la sociedad norteamericana.
Sin embargo, dichos grupos no llegaron a captar o simplemente ignoraron que la sociedad norteamericana estaba estructuralmente viciada por leyes discriminatorias –i.e. la segregación escolar, leyes migratorias intolerantes, etc.— y prejuicios sociales que hacían imposible una asimilación justa de las minoritarias.
Por el contrario, una década después, específicamente a fines de los 1960 y principios de 1970, la movilización emprendida por miembros y simpatizantes de los Chicanos rompió con el concepto de la asimilación o el “Meeting Pot”.
Los Chicanos tomaron como base de su movimiento la abrogación de aquellas premisas de asimilación que no les permitían mejoras económicas y sociales. También rescataron las costumbres de sus antepasados y encontraron en su historia estímulos para hacer frente a la discriminación de la sociedad norteamericana.
El movimiento Chicano creó, por unos años, una identidad que fue aceptada por sus miembros durante el movimiento cultural de los 60s y 70s. Sin embargo, el chicanismo no resolvió el problema de identidad de las nuevas generaciones que nacieron en la década de los 80, 90 y 2000.
Debido a que el chicanismo hizo énfasis en las raíces mexicanas, personas provenientes de algún país de Centro o Sur América no aceptaron este término como identidad de reconocimiento social. Es decir, no compartían un término cuyas bases tenía matices ideológicos, políticos y regionales.
Hoy, el problema de identidad todavía persiste con las nuevas generaciones de “Latinos”. Sin embargo, a inicios del nuevo milenio, se introdujo el término de Latinx para sobreponer este problema. ¿Será que Latinx mantenga vigente imperecedera? ¿O será otros de esos términos pasajeros?
Humberto Caspa, Ph.D. es investigador de Economics On The Move.
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