Humberto Caspa, Ph.D. – hcletters@yahoo.com
“No es simplemente un expresidente [Donald Trump], sino un expresidente derrotado”, dijo textualmente el actual presidente Joe Biden en su discurso conmemorativo del 6 de enero de 2021. En esa fecha, siguiendo las palabras de Trump, cientos de sus seguidores arremetieron contra el Capitolio de la República para evitar la certificación de la victoria de Biden.
Fue un discurso brillante del actual presidente, pero también fueron palabras que cimentaron la candidatura de Trump en las elecciones presidenciales de 2024.
Al personaje de copete rojizo no le gusta que lo desprestigien públicamente; mucho menos que los humillen en frente de los medios de comunicación y ante los ojos de sus hijos, especialmente de su hija Ivanka, a quien adora y venera.
Trump es un vengativo y es un vengativo de la peor calaña. Se venga contra personas inocentes; no le importa que estas personas sean niños, mujeres o ancianos.
Lo importante para él es sentir la sed de venganza. En un artículo anterior comparé algunas características personales de Trump con las del narcotraficante colombiano Pablo Escobar.
Algunos de mis lectores criticaron mi posición por “ser fuera de contexto”. Sin embargo y fiel al análisis que presento semana a semana, sigo pensando que la venganza es el común denominador de Escobar y Trump.
Escobar calmaba su sed de venganza con sangre. Ajustició a personas dignas de la política colombiana y a gente del común. Ordenó la muerte de Rodrigo Lara Restrepo, entonces ministro de Justicia de Colombia, como también dictaminó el asesinato de Luis Carlos Galán, candidato a la presidencia de Colombia. De acuerdo a la cadena BBC, Escobar es responsable de la muerte de más de 4.000 personas.
Trump no es tan sanguinario como Escobar, pero tiene las mismas ínfulas del narcotraficante colombiano. En vez ordenar a sicarios, Trump ordena a sus abogados para acabar con las personas. La lista a quienes hizo daño es larga y tendida.
En esta lista de venganza ahora están Joe Biden, los demócratas y nuestra democracia. El plan de Trump empezó con el cambio de las reglas de juego en la forma cómo elegimos a nuestros representantes, especialmente en los estados sureños y aquellos donde dominan los republicanos.
Con toda esa sed de venganza acumulada en su estómago y en su cuello, Trump está encaminado a una derrota. No olvidemos el proverbio de Nicolás Maquiavelo, el más realista de todos los filósofos clásicos: un líder político “puede hacer todo lo que quiera para llegar o mantenerse en el poder (el fin justifica los medios), pero nunca debe saquear al Pueblo”. Trump está agitando la bandera vengativa contra el Pueblo.
Humberto Caspa, Ph.D. es investigador de Economics On The Move.
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