Humberto Caspa, Ph.D. – hcletters@yahoo.com
El racismo es un sentimiento prejuicioso y, al mismo tiempo, es un acto de discriminación de una persona o un grupo étnico-social hacia otro. El racismo normalmente –no siempre— ocurre en forma vertical, de arriba hacia abajo; es decir, de una persona que siente que su etnia-nacional (raza) es superior a la de otro.
La forma en que miembros de la familia real de Inglaterra reaccionaron al embarazo de la Meghan Markle, hija de una madre de ascendencia afroamericana y esposa del príncipe Harry, es un acto de racismo.
De acuerdo a la princesa Meghan, hubo preocupación abierta en la familia real por el hecho de que su hijo/a naciera con la tez oscura.
En reuniones familiares, algunos miembros comentaron que su hijo o hija no debería tener derecho a un título estamental. “No quisieron que mi hijo/a fuera príncipe o princesa…”, manifestó Meghan en una entrevista con Oprah Winfrey.
Las palabras de algunos miembros de la familia real de Inglaterra no deberían sorprender a nadie. Esta familia, a la cual Meghan y Harry la refirieron como La Firma, está estructurado sobre el racismo del oscurantismo medieval, periodo en que las sociedades europeas estaban estratificadas en castas y no en clases sociales.
A diferencia de las sociedades modernas capitalistas, una persona del periodo medieval no tenía capacidad de ascender socialmente en base a méritos económicos. Una persona nacía dentro de la aristocracia o, por el contrario, pertenecía a una familia plebeya de la gleba, esa persona moría dentro del circulo social que se había originado.
Asimismo, cuando los españoles “conquistadores” llegaron a tierras latinoamericanas, implantaron este mismo sistema social caduco a través de la Encomienda, en donde el encomendero (español) estaba a la cabeza de una gran mayoría de poblaciones indígenas que trabajaban en forma gratuita a cambio de techo, comida y religión.
Tanto la sociedad medieval inglesa como la Encomienda latinoamericana del Siglo XVI tuvieron un sistema económico-social rígido, en los cuales el racismo, el prejuicio y la discriminación brillaban a la luz del día y eran totalmente amparados por las leyes del Estado.
En este sentido, la realeza inglesa nunca se libró de ese patrón rígido del medioevo a pesar de que vivimos en el siglo XXI. El racismo expuesto por sus miembros contradice el liberalismo de la sociedad inglesa, su estratificación en clases sociales y su orientación hacia la diversidad étnica y nacional.
La familia real vive ficticiamente rodeada de muros de piedras que hacen reminiscencia a un pasado “blanco”, racista, prejuicioso e intolerante de la sociedad inglesa. Todo ello debe mantenerse en el pasado y no ser regla del presente.
Humberto Caspa, Ph.D. es investigador de Economics On The Move.
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