De una forma súbita, este tema de las falsas noticias se apropió de la opinión pública colectiva y con virulencia en estos dos últimos años.
Toda información tanto pública como privada, suele ser puesta bajo escrutinio, sobretodo de la juventud, como una suerte de mecanismo preventivo, ergo, se la tiene por apócrifa hasta que se acredite lo contrario.
Tiempo atrás, me tomé la libertad de datar el nacimiento de esta especie de difusiones mentirosas, en tiempos de Bonaparte y su desastrada campaña en Egipto.
Sin embargo, he mudado de opinión hace unas horas, cuando me hice del tiempo suficiente para contemplar las dos partes de un documental de la DW que, emitió en grandes trazos el proceso de desnazificación que se llevó adelante entre fines de 1945 y mediados de 1948.
Vi que el material de la Televisión Germana, omitió los detalles más escabrosos de ese circo judicial, y entiendo que, la Alemania de hoy, cómo la de hace tres cuartos de siglo, es renuente en lo atinente a poner de resalto cualquier data en favor de los vencidos.
Imperativo éste que tienen debida y firmemente galvanizado, conforme las pautas de los vencedores, impuestas casualmente a partir de ese vergonzante proceso.
Luego cotejé cuanto ví con mis propios archivos, y en uno de ellos exhumé particularmente el perteneciente a un letrado alemán -Klaus Gebhardt-, que, a la sazón y a último momento ejerció la improvisada defensa de Alfred Jodl -segundo de a bordo de Wilhelm Keitel.
En una entrevista concedida en 1951 a la BBC que aún tengo a la vista, manifestaba la supresión de recursos técnicos básicos que, tanto él como el resto de sus colegas defensores, tuvieron a lo largo de ese simulacrado juicio.
Dos máquinas de escribir remington, para los treinta y dos abogados que ejercieron su ministerio, quienes además debieron de convivir durante más de seis meses en una desvencijada sala, con pocas sillas, escritorios, deficiente luminosidad, sin asistentes y con micrófonos ocultos hasta en los excusados.
Diez minutos como máximos lapsos con sus clientes, antes de cada sesión fue la tónica imperante.
Sin embargo, tomaré ese puñado de viñetas como meras notas de color.
Lo sustantivo fue lo que este Jurista le manifestó a sus encuestadores en la nota televisiva respecto a lo sobresaliente.
Con marcada tonalidad de fracaso, prosiguió con un breve relato.
Señaló que las detonaciones termonucleares en Japón, no fueron admitidas por los jueces y fiscales norteamericanos.
Tampoco el bombardeo de Dresde en enero del 45, por parte de la RAF, por los magistrados británicos; y menos aún -esta vez por los soviéticos-, los hundimientos de siete barcos hospitales alemanes -Gustloff, General Steuben, Athen, Thielbeck, Goya, Deutschland, Cap Arcona y ciento treinta y ocho mercantes de menor calado, zarpados en la Bahía de Lübeck, en lo que, uno de los enjuiciados -Karl Doenitz, armó cómo la Operación Aníbal que, entre enero 23 y mayo 9 de ese año, pretendió ilusoriamente trasladar hacia el oeste a soldados gravemente heridos y habitantes en fuga desde el Frente Oriental.
¿Los muertos?, doscientos treinta mil en aquella Florencia Teutona y otros setenta y dos mil en las gélidas aguas del Báltico.
Estos eventos que, tuvieron como exclusivo target a indefensos enfermos civiles, todas las Defensas los consideraban esenciales, con el lógico y jurídico fundamento de la elocuente absoluta ausencia ecuanimidad de los juzgadores.
Tras bastidores y en el mientras tanto, y por separado, quien tenía de pupilo a Albert Speer, logró un acuerdo con los Aliados.
Los convenció para que, si su cliente subía al estrado para admitir su culpabilidad tanto sobre los hechos bajo su conocimiento como de los que no tuvo noticias, lo excluiría de la horca.
Así lo hizo el imputado y le dieron apenas 20 años.
Empero, considero del caso dispensar a la emisora alemana por su versión tan genérica en este caso del… “NÜREMBERG CIRCUS” Y EL COMIENZO DE LAS FAKE NEWS.
Cordialmente Carlos Belgrano
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