Humberto Caspa, Ph.D. – hcletters@yahoo.com
La democracia en América Latina ha tenido enemigos externos e internos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy.
En el plano internacional, tanto Estados Unidos como la ex Unión Soviética, superpotencias de la posguerra, utilizaron recursos económicos, políticos, de inteligencia, incluyendo la intervención militar, para desestabilizar algunos gobiernos democráticos de la región, provocando la llegada de regímenes dictatoriales militares en la década de 1960 y 1970.
El proceso democrático de los países latinoamericanos también fue postergado internamente, en algunos casos abatido, por líderes políticos que insistieron con la idea político-mesiánica de que son los únicos que tienen respuesta a los problemas políticos, sociales y económicos de sus países, dando como resultado la emergencia de gobiernos populistas.
El gobierno de Getulio Vargas de Brasil fue uno de los más conocidos regímenes populistas de la región latinoamericana. Su llegada al poder se produjo en 1930 en forma provisoria. El carácter populista de su gobierno se inició en su segunda gestión presidencial (1934-1937), luego se consolidó con el Estado Novo (1937-1945), para finalmente consagrarse en su última gestión presidencial (1951-1954).
Otro de los casos de populismo tuvo lugar en Argentina con Juan Domingo Perón en 1946. Al igual que Getulio Vargas, Perón se caracterizó por unir a las masas populares a través de políticas estatistas durante una gestión presidencial 1946-1955 y otra inconclusa 1973-1974.
Estos dos líderes sudamericanos, postergaron los avances de la institucionalidad democrática en América Latina.
Desde el inicio del nuevo milenio, se han configurado nuevas fuerzas populistas en algunos países de la región latinoamericana.
Evo Morales en Bolivia, Lula Da Silva en Brasil y Álvaro Uribe en Colombia, son tres de los casos más cercanos de gobiernos latinoamericanos que buscaron en el populismo una respuesta a los problemas que adolecen sus países.
Estos tres líderes promocionaron políticas económicas –algunos estatistas (Da Silva y Morales) y neoliberales (Uribe)— que les permitieron generar una alianza con las masas populares.
A pesar de que ideológicamente Uribe no concordó con Morales y Da Silva –estos dos son de izquierda—, las políticas que impulsaron estos tres presidentes a menudo menguaron las aspiraciones políticas de sus opositores a partir de una alianza con las poblaciones populares.
El populismo no debe ser una opción real de gobierno en América Latina. Sus propuestas normalmente propenden por el camino fácil, las soluciones efímeras y de corto plazo. Sin embargo, la esencia de estos gobiernos es el debilitamiento de las instituciones democráticas.
Ya sea de izquierda o derecha, el populismo no debe ser bendecido, mucho menos bienvenido. América Latina y Estados Unidos deben evitar este tipo de gobiernos.
Humberto Caspa, Ph.D. es investigador de Economics On The Move.
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