Humberto Caspa, Ph.D. es investigador de EconomicsOnTheMove.
El modelo político-económico que produjo Cuba después de su revolución no es el acertado para la región latinoamericana. Tampoco lo es el régimen seudo democrático y autocrático que floreció en Venezuela desde la llegada del difunto Hugo Chávez y el de ahora de Nicolás Maduro.
Tanto el modelo cubano como el venezolano produjeron pobreza, migraciones masivas, violaciones a las libertades individuales y derechos políticos.
Algunos regímenes dictatoriales, como el de Augusto Pinochet en Chile, Hugo Banzer Suárez en Bolivia, entre otros que surgieron a lo largo de la década de 1970, tampoco pueden ser modelos que se deben imitar.
Estas dictaduras generaron algo de desarrollo económico, pero también produjeron los crímenes más horrendos de la región y comprometieron el futuro de económico de sus países a través de una deuda externa que todavía sienten las poblaciones latinoamericanas.
Gobiernos neoliberales a ultranza, como los que emergieron durante la segunda mitad de la década de 1980 y se consolidaron en 1990 para luego fenecer dramáticamente a inicios del Siglo XXI, tampoco son modelos que permiten prosperidad y desarrollo sostenible.
Estos gobiernos reintrodujeron la monopolización del mercado, el abuso del sector privado sobre el Estado y la población.
El modelo económico para América Latina es aquel que no se ubica en ninguno de los dos extremos del espectro político, ni tampoco en el centro. Durante los últimos 20 años, las políticas económicas que produjeron bienestar económico, estabilidad política y justicia social provinieron de gobiernos de centro izquierda o de centro derecha.
El gobierno del expresidente colombiano Juan Manuel Santo no fue de extrema derecha, tampoco de izquierda o del centro. Su gobierno se ubicó exactamente en la mitad del centro y la derecha del espectro político de su país.
Durante su gobierno, se produjo uno de los tratados de paz más importantes de la región. No fue el mejor; empero, el Estado logró menguar los problemas de la guerrilla, muchos de los cuales lograron insertarse en la sociedad. Los familiares de las víctimas de la guerra civil encontraron un espacio para desahogar sus penas y encontrar la “verdad” y justicia.
Por otra parte, el gobierno de Manuel López Obrador no es exactamente de izquierda ni del centro, es mas bien de centro-izquierda. Sus políticas económicas permitieron que una gran población de estratos bajos mejorase su posición social. Su gobierno estabilizó México y, en contra de los augurios negativos, López Obrador entregarála presidencia el próximo año.
Así, América tiene dos caminos que han dado frutos. Es cuestión que los nuevos líderes reconozcan y busquen las huellas de estos dos gobiernos de centro izquierda y de centro derecha.
Humberto Caspa, Ph.D. es investigador de EconomicsOnTheMove.
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