Humberto Caspa, Ph.D. – hcletters@yahoo.com
Desde el primer momento en que Kevin McCarthy se convirtió jefe de la Cámara Baja del Congreso, era casi seguro que su estadía iba a ser temporal. De meses, no de años.
McCarthy entró por la puerta principal, pero lo hizo alicaído, debilucho, con la mirada hacia el suelo.
Sus mismos correligionarios le impusieron unas cláusulas de la muerte. Una de ellas establecía que solo un miembro-representante podía presentar una querella en su contra y provocar una votación que le alejaría de su cargo de liderazgo.
Así fue. A Matt Gaetz, representante del 1er distrito del Estado de Florida, no le gustó la mancuerna que hizo McCarthy con la bancada demócrata para mantener el flujo de dinero en las entidades de gobierno. La economía nacional se hubiese desplomado de no haber sido por el acuerdo que lograron estas dos partes. Lo anterior sugiere que el ala extrema de los republicanos no acepta acercamientos ni acuerdos racionales.
Sin querer queriendo, Gaetz produjo el primer golpe certero a su propio partido político. En las encuestas mensuales que produce la firma Gallup sobre la aceptabilidad de los miembros del Congreso, el resultado de septiembre está por los suelos. 82% de los encuestados dice que desaprueban la forma cómo el Congreso –como un todo— está realizando sus gestiones legislativas.
Seguramente el resultado de octubre va a ser más deprimente para los republicanos, tomando en cuenta que la crisis la están provocando ellos mismo contra su propia dirigencia política.
El otro gran golpe destructivo a las intenciones de retomar el poder del gobierno lo está atestando Donald Trump. Durante esta semana, los medios de comunicación inundaron con noticias sobre el proceso jurídico que puso en tela de juicio algunas de sus propiedades por el delito de incrementar arbitrariamente el precio de sus pasivos. Como resultado de estas maniobras ilegales está adquiriendo beneficios económicos en el sector bancario. Puede costarle más de 250 millones de dólares en multas, así como también la venta de sus propiedades y la pérdida de su licencia de negociantes para operar en New York.
Por supuesto que a sus bases les encanta que Trump mantenga un comportamiento de rebelde frente a las entidades del gobierno. Sin embargo, los votantes moderados e independientes, quienes están consumiendo estas noticias día a día, en el momento de las elecciones presidenciales, van a preferir que el gobierno norteamericano refleje estabilidad y orden.
Tanto Gaetz y Trump son la antítesis del orden. Estos dos políticos se caracterizan por ser destructivos, polarizantes y caóticos. ¿Quién quiere a esta gente en el gobierno? Creo que la mayoría de los estadounidenses prefiere estabilidad.
Humberto Caspa, Ph.D. es investigador de Economics On The Move.
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