Humberto Caspa, Ph.D. – hcletters@yahoo.com
El primer discurso del presidente Joe Biden al frente del Congreso fue muy distinto a las diatribas que nos acostumbró su predecesor durante cuatro años. Incluso, el aura del Congreso fue diferente. No se sintió ese espíritu maligno que producía desencanto entre los miembros del Congreso.
Por el contrario, a pesar de que el recinto estaba más lleno de aire que de gente, las palabras del presidente Biden inducían a la calma, a la colaboración y al entendimiento.
Solo con decir que Nancy Pelosi, la legendaria jefa de la Cámara Baja, ya no veía con esa compostura defensiva, de resentimiento y hasta rencor hacia quien después se convirtió en un vil agitador y golpista del Estado.
A Kamala Harris se la observó nuevamente en la sala del Congreso, a lado de Pelosi, aunque esta vez no como senadora, sino como la flamante vicepresidenta del país. Ver a las dos –a Pelosi y a Harris— detrás del presidente Biden fue un hecho histórico que los libros de historia estarán narrando de aquí a miles de años.
La mayoría que estuvo en el Congreso y los millones que vimos el discurso del presidente en la televisión estuvimos felices. Empero, a muchos republicanos no les gustó escuchar el discurso. Las palabras de Biden hacían eco a aquellas que surgieron después de la Gran Depresión, cuando el entonces presidente Franklin D. Roosevelt evocó al estatismo para restablecer el orden económico del país.
De la misma manera, el presidente Biden anunció una agenda ambiciosa desde el Estado, misma que implicaría, entre otras cosas, expandir los derechos al descanso familiar, velar por la salud de los niños, mayor acceso a los seguros de salud y una mejor educación a nivel escolar y universitario. Las mejoras de estos espacios públicos serían llevadas a cabo con los impuestos de los más ricos del país.
Biden manifestó que, mientras el pueblo sufría por la pandemia, las arcas de los grandes millonarios engordaron como nunca. “Ahora, los billonarios del país están viendo su riqueza crecer en un total de más $800 mil millones de dólares”, aseguró.
Mientras Biden manifestaba justicia económica, las cámaras de televisión apuntaron el gesto del senador Mitt Romney. Su rostro mostró total displicencia debido a que él y sus amigos son esos ricos que hacía referencia.
Finalmente, el presidente Biden evitó hablar del problema migratorio en las fronteras, aunque si mencionó el derecho a la legalización de los “soñadores”. También apoyó una reforma integral para más de 11 millones de migrantes indocumentados.
Así, el discurso de Biden fue un regreso a la normalidad y un cambio de aura del ambiente político.
Humberto Caspa, Ph.D. es investigador de Economics On The Move.
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